25 de julio de 2008

Amén

Esto sí que nunca lo tuve que hacer.

Elementos:

- agujas con punta afilada
- velas
- fósforos
- recipiente no inflamable
- la víctima: el cepillo de dientes color verde.

Justificación:

Este cepillo merece más que ser arrojado a la basura junto con los otros objetos inservibles. Cuando un cepillo de dientes extra en tu baño no implica ni siquiera una vida sexual activa, merece una ceremonia, un ritual especial, porque es como mucho: el hijo de puta te mira y se ríe de vos todos los días. Tus amigas también.

Procedimiento:

Tratemos mal al cepillo. Pinchémoslo en sus puntos más débiles. Destruyamos esas cerdas que estuvieron en contacto con aquella saliva, aquellas bacterias. Canalicemos mal nuestra libido.
Como broche de oro, quemémoslo, para que nada quede de él, porque las cenizas son eso: nada.

Resultados:

Hoy tengo religión. No sé cuál es, pero qué importa, como dice Amapola, son todas iguales. El cepillo, el símbolo, merece ser destruido mística y materialmente y así lo haremos. El cansancio, la ironía, las promesas, la idea, el deseo, el no sexo, el Mago de Oz, el sillón, los abrazos, el chocolate, la servilleta, el rock, la rabia y por último las lágrimas. Todo se va con el fuego, que más practico que nosotros, logra desaparecer cualquier cosa en pocos segundos.